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Messi, Mbappé y el ciclo de vida de las estrellas

Las estrellas poseen un ciclo de vida.

Por Mario Miguel Ojeda Jarvio

El sol, nuestro sol, es un tipo de estrella. Las estrellas poseen un ciclo de vida. Nacen de la nada, de las nebulosas, y van adquiriendo un tamaño y un brillo que se mantiene como una constante durante miles de millones de años. Después, llegan a un punto en donde cambian a un color rojizo y se hinchan, acrecentando así su tamaño. Aquí es donde parecen haber alcanzado ya su clímax. En su fase final, en el caso del sol, una estrella enana amarilla, se va extinguiendo poco a poco hasta convertirse en una débil estrella blanca, que sólo queda como un recuerdo de lo que en algún momento llegó a ser. Ayer en el Parc des Princes, Kylian Mbappé dio un paso importante para consolidar su brillo como estrella durante muchos años, mientras que, Lionel Messi, el mejor jugador que han visto mis ojos, parece irse apagando lentamente.

Ojalá me equivoque. Ojalá en la vuelta Messi aparezca contra el Real Madrid como tantas veces lo ha hecho. Sus 26 goles en 44 partidos contra ellos hablan por si solos. La imagen del eterno 10 del Barça colgando su playera en el tendedero llamado Santiago Bernabéu quedará inmortalizada, por los siglos de los siglos. Pero hay que reconocer que también es cierto que Messi no les mete un gol desde 2018, el año del último mundial. Y es verdad que Messi, a pesar de haberlo intentado constantemente ayer, no pudo. Sus pases entre líneas, garantía de gol cuando tenía la edad de Mbappé, terminaban interceptados más veces de lo normal. Sus regates, que en sus mejores épocas sorteaban incluso a todo un equipo, esta vez los impedían ligeras meteduras de pata, literalmente. Hubo una jugada hacia la recta final del partido por la banda derecha, donde Messi recogió un balón producto de un rebote. Casemiro le salió al paso, y entonces Messi intentó sortearlo con un recorte hacia su pierna izquierda. Sólo le bastó al mediocentro del Madrid estirar un poco la pierna para despojarlo del balón. Messi trastabilló, y cuando quiso darse la vuelta para intentar recuperar el balón se resbaló y cayó al suelo. Terminó mirando hacia arriba, resignado quizás, de que ese partido no había sido el suyo. El penal me recordó al de su último partido con el Barça en Champions, precisamente ante el que hoy es su compañero de equipo: Keylor Navas. Razo y fuerte, pero no lo suficientemente colocado. Además, con eso, Thibaut Courtois acabó por confirmar la gran actuación que estaba teniendo. El tiempo pasa factura. Messi nos ha malacostumbrado a la genialidad. Tanto, que a veces se nos olvida que es un ser de carne y hueso. Me niego a aceptar que es una estrella que está apurando sus últimos destellos de luz, pero poco a poco voy asimilando que cada vez le va a resultar más difícil brillar. Sin embargo, si hay algo que sabe hacer Leo es sorprendernos, y ¿por qué no pensar que eso pueda ocurrir el 9 de marzo?, durante el partido de vuelta, y ante su víctima predilecta. Lo espero así, porque si hay alguien por quien meto la mano en el fuego, además de mi familia y mis amigos más queridos, ese es Lionel Messi.

Quien disfrutó más de la noche fue Kylian Mbappé. Parecía estar consciente de que era su noche, y efectivamente, logró que, tanto a parisinos como a madridistas, quedaran rendidos a sus pies. Sus cabalgatas infernales dejaron tragando polvo a Carvajal en más de una ocasión, tanto, que cuando el lateral derecho del Madrid pensó que por fin lo iba alcanzar, lo terminó derribando en el área chica. Así, como ya pasó contra otros equipos grandes como el Barça y el Bayern München, la mezcla de sus ganas de triunfar junto con sus condiciones físicas y futbolísticas resultaron en una combinación letal para, ni más ni menos, el equipo más ganador de la competición. Kylian fue el que más cerca tuvo el gol durante los noventa minutos: un disparo a la media vuelta que rechazó por meros reflejos Courtois, y hacia el final del partido, otro en el que cruzó demasiado un disparo ante la salida del meta belga. Finalmente, en el tiempo añadido, cuando todos los demás ya dábamos por asegurado el empate, un taconazo de Neymar, al que le bastaron pocos minutos para hacerse notar, lo dejaron en un mano a mano con Lucas Vázquez, sustituto del desafortunado Carvajal. Militão salió al quite, pero su ayuda resultó insustancial. Mbappé los regateó hábilmente a ambos antes de meter el balón por el único lugar por donde podía pasar: en medio de las piernas de Courtois. Fue apoteósica la manera en que desató la locura entre los aficionados del PSG. Con partidos como este, Kylian busca una silla para comer junto con los grandes, y hasta el momento va por buen camino. Pero una estrella tiene que mantener su brillo. Próxima parada: Santiago Bernabéu.