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Don Carlos Ortega es considerado el más grande futbolista de la ciudad

Fue así de fácil como regresó a su pasado, a sus años de infancia, cuando el futbol era todo para él y para sus...

Por Julián Rodríguez

El hombre sacó un cigarrillo, lo encendió y mantuvo el humo en su boca por unos instantes, y mientras lo expulsaba poco a poco miraba esa calle que hace poco más de seis décadas fue su refugio, su lugar de correr, de aprender a jugar el deporte que lo encumbró como el más grande futbolista local.

Fue así de fácil como regresó a su pasado, a sus años de infancia, cuando el futbol era todo para él y para sus amigos, con aquellos con los que compartía el terreno, la calle, el barrio.

Don Carlos Noel Ortega Pozos “escarbó” en su mente para “viajar” a aquel tiempo en el que con sus cuates correteaba un balón, de esos que hoy ya no existen, pero que tenían la característica de ser tan duros como un coco.
Olvidar sus orígenes en la empedrada calle Alvarado es imposible, ya que fue allí donde aprendió a jugar. “Se juntaba toda la crema y nata de la colonia como el ´Pachuco´ Joel Verdejo, Conrado Morales, el ´Cacala´ Blanco y Eliseo Morales Gavito, incluso hicimos un equipo y participamos en la Liga Xalapeña siendo cuatro veces campeones”, dijo mientras se llevaba a la boca el cigarrillo.

“No estaban los gimnasios; había un campo de pura tierra, era terracería en donde no pasaban los coches, nos dábamos vida echando la cáscara, cómo olvidarlo”, comentó efusivamente como si fuese ayer cuando lo vivió.
Los años volaron de manera fugaz y cuando se dio cuenta ya tenía 17. Era todo un crack, un talentoso, por lo que decidió probar fortuna en el futbol profesional con el Celaya de la Segunda División. Fue allí donde conoció a un histórico del futbol nacional como don “Nacho” Trelles,

“Chaparrito juegas muy bien. Acabando el campeonato te voy a dar cartas de recomendación, una para el Oro, otra para el Guadalajara y otra para el Atlas, estoy seguro que en cualquiera de esos equipos puedes jugar”, recordó don Carlos mientras sus ojos se perdían en el abismo del tiempo.

Sin embargo, el destino le cambió la jugada, ya que lamentablemente sus padres sufrieron un accidente automovilístico cuando se dirigían a León a comprar zapatos para vender, por lo que dejó sus sueños para una ocasión que ya jamás se presentó. “Mi padre y mi hermano se accidentaron; recuerdo que iban en una camioneta a traer calzado fino de León”, mencionó.

Como era muy querido en el equipo guanajuatense, el presidente del mismo le adelantó varias quincenas para que estuviera con sus familiares en esos momentos de angustia e incertidumbre. “Cuando salí de Celaya me preguntó si llevaba dinero: ´como seis mil pesos, respondí´… ´te voy a adelantar 40 mil y me los dio, pero vi que el problema era grave y ya no regresé”, expuso.
Carlos Ortega era ese jugador que todos querían tener en su equipo. Un virtuoso del futbol, pues tenía la facilidad de quitarse a cuanto rival se le ponía enfrente. Aunque había grandes jugadores nadie de ese entonces tenía tanta calidad. Es por ello que jugó en varios de los mejores conjuntos de la ciudad como Venusca, Real Alvarado y San Bruno, en este último con el fallecido Gonzalo Ruiz Lima, incluso por su buen futbol más tarde le dieron trabajo en el Instituto Mexicano del Seguro Social.

“Yo era un mediocampista ofensivo, de hecho, hacían juntas los presidentes de los equipos que jugaban en primera fuerza y votaban para elegir al mejor jugador de Xalapa, me los llevaba de calle a todos”, precisó mientras una sonrisa asomaba en su rostro.

Fue objeto de varios homenajes, entre ellos por el desaparecido Fernando García Barna y el exgobernador de Veracruz, Dante Delgado Rannauro. En sus tiempos había excelentes futbolistas, pero reconoció especialmente a su tocayo Carlos Lozada. “Había jugadores muy buenos como mi tocayo Carlos Lozada, con el que defendí en el Ferrocarrilero los colores del Venusca; jugaba la media derecha y yo la izquierda… éramos grandes amigos”.

Cuentan quienes tuvieron el privilegio de verlo jugar que era un superdotado con la pelota. Su visión de juego era única, diferente y especial. Tal vez un adelantado a una época en la que para ser futbolista se necesitaba algo más que garra, coraje, entrega y corazón, virtudes que tenía de sobra y que lo convirtieron sin lugar a dudas en el mejor jugador de todos los tiempos de la capital veracruzana.

Y así con el correr del tiempo la plática se fue extinguiendo, llegando el momento de la despedida, de decir adiós, pese a que la lucidez de don Carlos lo hacía sacar más y más historias volviéndose interminable la charla porque el hombre siempre tiene una anécdota que contar sobre su largo y exitoso vivir.

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En su domicilio nos mostró la fotografía de uno de los muchos reconocimientos que le brindaron las autoridades locales.