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Sammy ‘El Exótico’ formó parte de la época de oro de la lucha libre xalapeña

Con el correr de los años el sueño de ser gladiador se volvió realidad

Por Julián Rodríguez

“Diarioooooo… Diariooooo”, así gritaba el pequeño Samuel Lendechy Ochoa cuando vendía periódico en las calles, labor que realizaba a la par de la boleada, para llevar algunos centavos a su casa y ayudar a su familia.

Sin embargo, se daba sus ratos libres y los aprovechaba para buscar una diversión, por lo que casi siempre asistía a las funciones de lucha libre en esta ciudad y mientras veía a los gladiadores daba rienda suelta a una ilusión; subirse al ring de la Arena Xalapa. “Cuando era niño iba a las funciones y me decía que con sólo subirme al ring sería feliz”, sostuvo.

Y es que desde chamaco tenía pinta y talento para ser un guerrero del ring, pues en su escuela, la primaria Hugo Topf, siempre se andaba peleando con sus compañeros, incluso los reportes de sus maestros eran comunes, digamos que el pan de cada día.

“Era un rebelde, un indomable porque nunca me dejaba de nadie; me gustaba darme de golpes con quien fuera, ganara o perdiera”, dijo quien más tarde canalizaría esos ímpetus al deporte de sus amores.

Y así, con el correr de los años ese sueño se volvió realidad, pues en su juventud, su adolescencia, se metió de lleno a entrenar, quedando bajo la tutela del “Rey Midas” de la lucha libre xalapeña, el luchador Hiraclys Fenerly.

Ese recio carácter lo condujo al éxito en la época de oro del llamado arte del Pancracio local. Como algunos gladiadores, en sus inicios adoptó varios sobrenombres como El Indomable, La Boa y Sammy Lendechy, pero le llegó al que considera el mejor de todos, el que lo catapultó a la fama: Samy El Exótico, papel que desempeñaba muy bien y casi con naturalidad, convirtiéndose en un gran espectáculo y sobre todo diferente para los aficionados que asistían al coloso de Sayago.

Su manera especial de presentarse causaba revuelo entre el respetable. Las ovaciones eran su alimento para brindarse en el enlonado, al que llegaba con un caminar delicado, siempre acompañado de edecanes que lo peinaban y le hacían labores propias de un salón de belleza.

“Tenía una especie de camisón largo con unas guacamayas dibujadas al frente y cuando me la subía poco a poco mostraba mi calzoncillo blanco con un corazón púrpura atravesado con una flecha y eso a la gente le encantaba, gritaba a más no poder, les llegaba ese movimiento”, recordó el gladiador que marcó toda una época en la capital veracruzana, allá por 1983.

Nacido un 20 de diciembre de 1957 en esta ciudad, nuestro personaje nos relata una breve historia de su pasado luchístico, de los agarrones que tuvo con varios de sus enconados rivales en sus casi 35 años de brillante trayectoria que terminó hace casi una década.

En una plática nos trasladó hasta esos años en los que conquistó uno de sus anhelos, el campeonato estatal de peso completo ante el El Forastero, un ídolo en toda la extensión de la palabra. “No recuerdo la fecha exacta, pero si el combate que sostuvimos ante una atestada Arena Xalapa, con casi seis mil aficionados, Nos dimos hasta con la cubeta, pero al final lo derroté; fue una de mis grandes batallas”, mencionó.

Como muchos otros ídolos se codeó con lo mejor de la lucha libre mexicana, ya que en ese entonces las carteleras de jueves y domingo presentaban la crema y nata del país.

No obstante, un día el destino lo alcanzó y le llegó el retiro. Su cuerpo ya no era el mismo; el constante castigo de sus épicas batallas y los intensos entrenamientos por años, al final cobraron factura. “Siempre me dije que cuando ese día llegara lo tomaría con calma, con entereza, con madurez, y aunque extraño las ovaciones de la gente, sus gritos en contra y a favor, me decía que por respeto a ellos y a la lucha libre nunca subiría como otros lo han hecho, cuando ya están acabados y arrastrando la cobija”.

En la actualidad, Sammy El Exótico o Sammy Lendechy está apartado de los enlonados. Su vida es otra, lejos del bullicio, el alboroto, las ovaciones, el escándalo y los aplausos, pero por extraño que parezca nunca dejó las llaves ni los candados, ya que hoy es cerrajero, oficio que aprendió muy bien para sostenerse en su universo, al que sin duda alguna llegó para ser un grande, un guerrero, un ídolo forjado a base de garra, fuerza y coraje, pero sobre todo con mucho corazón.

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En esta gráfica aparece cuando conquistó el campeonato de peso completo.