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El Universo, un gladiador que dejó huella en la época de oro de la lucha libre local

Siempre fue un hombre de batalla y regularmente se adentraba en su papel y no le importaba el rival ni a quién tuviera enfrente

Por Julián Rodríguez

 

“Prepárate mijo, ya hablé con Hiraclis Fenerly para que te pongas a entrenar lucha libre”, le dijo el papá al joven que por su mente no pasaba la idea de ser luchador, por lo que de inmediato respondió: “¿Y quién te dijo que yo quiero ser luchador?”.

 

“Yo sinceramente no quería meterme a luchar, no me gustaba la idea, pero tuve que obedecer a mi padre”, recordó uno de los más grandes gladiadores que ha dado nuestra ciudad y que no olvida aquel 1968 cuando por vez primera se presentó al gimnasio para introducirse al mundo mágico y multicolor del arte del Pancracio.

 

El Universo, sentado hoy a la entrada del gimnasio que atiende en esta capital, recordó sus ayeres, un pasado que se le diluyó como agua entre las manos, pero que dejaron los más gratos recuerdos en una época en la que para ser luchador se necesitaba algo más que talento, ganas, constancia y dedicación, era tener ¡mucho corazón! “Porque para ser luchador se nace”, dijo.

 

No fue fácil adentrarse a ese mundo, de hecho, en su primera práctica hasta lágrimas derramó. “Aguanté un madrazo, aguanté otro, dos tres y hasta cuatro, pero al siguiente ya no pude más y lloré”, dijo la leyenda viviente del deporte denominado por muchos como “circo, maroma y teatro”.

 

Pero sólo era cuestión de tiempo, de aguantar golpes, de recibir fuertes castigos para cumplir el deseo de su señor padre y sobre todo alcanzar el ansiado debut. “Así me la pasé dos años porque debutar era muy difícil, no como ahora que con un par de meses ya suben a un ring”, expuso el legendario luchador.

 

A su cinta del pasado, del ayer que ya se fue, el viejo gladiador nos llevó, nos trasladó, nos condujo para revivir esos instantes fugaces de gloria, de pasión, de ilusión y hasta de dolor.

 

Siempre fue un hombre de batalla y regularmente se adentraba en su papel y no le importaba el rival ni a quién tuviera enfrente porque sacaba sus rudezas, incluso una ocasión estuvo cerca de ser linchado por enardecidos aficionados.

 

Esa anécdota que narró y que pudo terminar en tragedia fue cuando en la arena Cancha San Pedro en el estado poblano se daba con todo con el ídolo El Angelito, pero dada su fortaleza se le pasó la mano, pero como el apodado Santo Xalapeño era un ídolo en ese lugar, los aficionados sacaron tremendas navajas e intentaron agredir al Universo, quien como pudo se escabulló entre todos abriéndose paso a sillazos. “Fue allí donde vi mi vida en peligro, afortunadamente mis compañeros me auxiliaron y pude librarla”, recordó.

 

Su fama creció como la espuma y fue invitado a presentarse a las mejores arenas del país como el Toreo de Cuatro Caminos y la Arena Bravo, en México, así como la mencionada Cancha San Pedro, Arena Puebla, auditorio “Benito Juárez” de Veracruz y Orizaba, entre otras.

 

Un orgullo, expuso, fue que cada vez que Blue Demon se presentaba en esta ciudad lo pedía para luchar en su contra o agarrarlo de compañero, pero también enfrentó a verdaderos monstruos del momento como el Cavernario Galindo, Los Brazos, Los Villanos, Blue Panther, Halcón 78, Leo López, el Vikingo, Emilio Charles, Barba Negra, los Escorpiones y Lizmark.

 

Reconoció que guardar la identidad era algo sagrado, incluso su familia no supo que luchaba hasta un par de años después, y eso porque su esposa asistió a una función de luchas. “Mi máscara era todo, pero este deporte es muy celoso y me tenía que tapar el rostro, de hecho, mi familia supo que luchaba hasta tres o cuatro años después, ya que mi esposa me preguntaba si luchaba y lo negué, hasta que un día fue a verme y supo que sí, y se dio cuenta porque mi hijo de entonces 4 o 5 años me gritó ´papá´ y voltee. ¿´No que no luchabas´? me dijo después mi señora y ya no pude negarlo”.

 

En su larga carrera siempre venció en las batallas de apuestas. “Obtuve 12 máscaras y 5 cabelleras, entre ellas estaban la tapa del Forastero y la melena del As Charro”, precisó.

 

Entre otras de sus facetas está el de haber  conquistado en 1970 el Mr Xalapa de fisicoculturismo, deporte que por cierto fue base para adentrarse en la lucha libre profesional.

 

Asimismo, en 1986 fue parte del elenco de la obra de teatro Máscara vs Cabellera, incluso, previo al debut preparó a los actores durante un año y tuvo tanto éxito que fue premiada la obra en Manizales, Colombia por la mejor puesta en escena.

 

Los años, los constantes combates y las lesiones fueron mermando su condición física, de hecho, fue intervenido quirúrgicamente de una rodilla por lo que sus participaciones ya fueron escasas y le llegó el retiro en 2015.

 

Sin embargo, a sus 76 años de edad se mantiene activo entrenando a futuras estrellas. “Porque esto es lo mío, lo que me gusta, lo que me llena y alarga la vida, porque el día que deje de hacerlo El Universo morirá”, dijo de manera nostálgica.

 

Y así terminó la charla, el hombre agarró su periódico, se levantó de la silla y se perdió en el pasillo que conduce al gimnasio donde enseña a chicos y grandes, y aunque notamos que su andar ya no es el mismo y sus pasos son cortos, como dijera la canción “como perdonando al viento”, lo que sí nos mostró es que su corazón, su mente y su espíritu son tan grandes y fuertes como el mismo acero, como en esos sus tiempos cuando se presentaba en la Arena Xalapa y que hoy lo convirtieron en un “rey de reyes”.

 

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En esta fotografía se ve al gladiador rapando a otro grande como lo es el Gorila Infernal.