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El Caballero Negro, medio siglo de recorrido luchístico

Su estilo inigualable lo llevó a codearse con los más grandes de la lucha libre del momento

Por Julián Rodríguez

 

El enclenque chiquillo tocó tímidamente la puerta que daba acceso al gimnasio de la Arena Xalapa, donde entrenaban algunos luchadores. Pasaron unos segundos y salió un sujeto cuya sola presencia causaba temor y que con ronca voz e intimidante dijo: “¿qué buscas niño?”. El osado chamaco respondió lleno de miedo y con palabras entrecortadas: “al Pantera”, el luchador, molesto por eso contestó: “aquí no hay ningún Pantera”. “Es que lo llama el señor Hiraclys”, al oír esto, Justino Pérez, nombre de pila del gladiador, salió corriendo en friega porque al promotor de raíces griegas era de esos que no le gustaba esperar.

Cuando llegó a la oficina de Hiraclys Fenerly, El Pantera preguntó: “qué desea señor”, el promotor, cansado por la insistencia del chamaco que a fuerzas quería entrenar, pese a su corta edad, contestó: “El niño quiere practicar a ver si aguanta, allí te lo encargo”.

Y es que, de joven, Narciso Martínez Meléndez acudió día y noche durante tres meses seguidos en busca de una oportunidad para entrenarse en el gimnasio, situación que cansó al promotor y finalmente accedió, pero esa orden que le dio al rudo luchador llevaba un mensaje claro que podría descifrarse así: “denle con todo para que le quiten las ganas de regresar”.

«Siempre recibí un no por parte de Hiraclys. Durante tres meses fui a su oficina de Clavijero para pedirle una oportunidad de entrenar, pero siempre me la negó, diciéndome que no recibían a niños ni a mujeres», expuso.

Sin embargo, el deseo de ser luchador profesional fue más fuerte y el otrora joven de 16 años de edad aguantó a pie firme todo lo que le llegó en las prácticas por parte de sus compañeros.

Así, tras dos años de intensos entrenamientos le tocó el día del debut, pero fue bautizado como Hermes, “el Mensajero de los Dioses”, sin embargo, estaba escrito que con ese apodo no llegaría muy lejos, por lo que más tarde a Hiraclys Fenerly se le ocurrió llamarlo el Caballero Negro, nombre con el cual saltó a la fama y hoy aparece con letras de oro en el sagrado libro de la lucha libre profesional xalapeña.

Su fama creció como la espuma y poco a poco fue escalando peldaños en las carteleras que se presentaban en esos años de grandeza en la llamada catedral de la lucha libe xalapeña.

Su estilo inigualable lo llevó a codearse con los más grandes de la lucha libre del momento como el Doctor Crimen, Júpiter, Chucho Monroy, Gavilán Ramírez, Jungla Negra y El Angelito, entre otros.

Su futuro fue construido a base de valor, esfuerzo, garra y coraje, pero sobre todo de disciplina, virtudes que lo han llevado al estrellato. “Lo mejor que me ha dejado la lucha libre es la salud, tanto física como mental, porque para ser luchador se necesita tener una disciplina y ya con ella sales adelante tanto en los entrenamientos como en tu formación personal, de vida”, comentó mientras entrenaba a un grupo de jóvenes que asisten a la escuela “El Soberano”.

En su andar por los enlonados le ha tocado medirse a un sinfín de rivales, pero hay algunos que le han dejado huella, como Hugo López Solano, el famoso Asesino Negro, quien fue el que dio a conocer incógnito en 1976 . “La verdad siempre me ganó, descubrió mi identidad, pero como buen deportista le entregué mi máscara», señaló.

Sobre esa batalla comentó algo curioso, y es que las gradas del coloso de Sayago estaban hasta el tope y cuando estaban en plena batalla escucharon el ¡ayyyy! de un aficionado que presa de la emoción no midió el terreno y se cayó desde arriba provocándose algunas lesiones que ameritaron su hospitalización.

No olvida que enfrentó a una de las “vacas sagradas” de la lucha libre mexicana como lo es el Cavernario Galindo, quien salió airoso en su enfrentamiento ante el xalapeño tras aplicarle su llave “La Cavernaria”: “Fue despiadada y sangrienta la batalla, de hecho, salí con el rostro bañado en sangre porque me mordió la frente”, precisó.

También alternó en funciones con otras estrellas del país como Perro Aguayo, Canek, Doctor Wagner, Halcón 78, Negro Navarro, El Signo, Los Mohicanos y Los Apaches, pero reconoce que todo principio tiene un fin y está próximo a retirarse. “No creo que tenga mucha cuerda para rato, físicamente sí, pero en los enlonados ya no”, reconoció.

Se comparó con la fruta de un árbol. “Los tiempos son los tiempos y no les puedes dar más vida, es como una fruta madura que hay que cortarla antes que se caiga”, agregó.

Es de los pocos gladiadores que ha ostentado todos los campeonatos que hay. “»Gané el peso ligero venciendo al Yuque, el welter a Chucho Monroy, el medio a mi hermano Gorila Infernal, el semicompleto a El Muerto y el completo a Rencor Latina, de Córdoba», expuso.

Una de las virtudes que posee Narciso Martínez es la humildad, la sencillez y su don de gente, lejos del orgullo y la soberbia, apartado de un ego que carcome a muchos cuando ya están en la cima, por eso se ha consolidado en un mundo al que todos califican de “circo, maroma y teatro”, pero que también está lleno de magia, fantasía, ilusión y sueños.

El Caballero Negro está próximo a colgar su capa y sus botas, ese atuendo que lo ha identificado como uno de los más grandes luchadores que ha habido en nuestra ciudad, y que se marchará como toda una leyenda, esa que jamás mostró miedo ni se doblegó ante sus rivales y que sólo el “Dios del Tiempo” lo podrá derrotar.

 

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El legendario gladiador (centro) aquí posa con El Forastero y Gavilán Ramírez, leyendas también del arte del “Pancracio” local.