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Los aguerridos deportistas de la Federal Dos recuerdan sus vivencias a casi 46 años

Aún conservan esa chispa que los caracterizaba desde su época estudiantil

Por Julián Rodríguez

 

“¿Hija de tu pinche m… por qué le pegaste?” Así reaccionó la “Gorda” Canseco luego que la joven Sara Graciela Cuevas fauleara a una jugadora del equipo de basquetbol La Pandilla, en un encuentro “amistoso” que sostuvo el representativo de la escuela Federal Dos en la cancha de la primaria Carlos A-Carillo.

Ese sábado del mes de mayo parecía un día normal. Las chicas de la secundaria Julio Zárate sostuvieron un partido de preparación ante la quinteta de La Pandilla, que francamente tenía un equipazo.

El juego, como era de esperarse, fue dominado por La Pandilla, situación que molestó a las alumnas de la Federal Dos. Entonces sucedió que en una jugada una joven de apellido Lomán encabezó un ataque, pero no contó con que la famosa “Chela” Cuevas le metiera zancadilla y hasta allá fue a dar, sin embargo, tuvo que ser sacada entre sollozos porque se lastimó un brazo.

Eso molestó a la apodada “Gorda” Canseco, una chica de armas tomar que no se tentaba el corazón para darse de moquetes con quien fuera, hombre o mujer, pues tenía la fama de no dejarse intimidar por nadie.

Ella, al ver a su compañera de equipo con la mano lastimada, se enfureció y tras asestarle un cinturonazo a la “Chela”, se le fue encima a los golpes, pero no contó con que su rival también no era una “perita en dulce” y respondió.

Tras unos segundos, Sara Graciela logró zafarse de su atacante y tras someterla le dio unos golpes en la cara, pero los allí presentes intervinieron para que la cosa no pasara a mayores.

La “Gorda” Canseco se levantó toda molida por los trancazos recibidos y con lágrimas en el rostro producto de la impotencia y no por el dolor se marchó, mientras que una “Chela” sonriente fue felicitada por sus amigas.

Pero esa fue tan sólo una anécdota de unos jóvenes que en 1976 se convirtieron en la primera generación vespertina de la escuela “Julio Zárate”, institución que tuvo a excelentes alumnos, deportistas, profesionistas, de todo, que dejaron una huella imposible de borrar.

Otro breve relato se dio en 1977 en el entonces concurrido parque del fraccionamiento Veracruz, en “Las Palmas”, donde muchos jóvenes asistían al salir de clases o cuando regularmente se iban de pinta.

Estaba cercano el fin de cursos y esa tarde los chicos llegaron por montones. Era alrededor de unos 40 estudiantes de la secundaria “Antonio María de Rivera” que arribaron al lugar tratando de intimidar a los alumnos de la Federal Dos, cosa que consiguieron momentáneamente.

Los rijosos iban encabezados por un tipo que vestía un overol azul, no llevaba playera, mostrando su bien trabajado físico que le dotó la lucha olímpica, deporte que practicaban muchos chamacos del barrio de El Dique.

El sujeto se aprovechó de un chico que a leguas se notaba era muy tranquilo y le arrebató del rostro unos anteojos “Ray Ban”. Ese accionar molesto al “Chebo” Eusebio Moreno y sacó un cinturón al tiempo que le dijo al agresor “regrésale los lentes”. Al ver eso, los jóvenes de la Julio Zárate agarraron valor y se acercaron. El alumno de la Antonio María de Rivera” se echó para atrás, mientras Lorenzo Martínez Bravo, el “Lencho”, el ídolo de todos, llegó y sin más ni más se enfrascó en una férrea batalla con su peligroso rival.

Ambos dominaban la lucha olímpica, pero la fortaleza del orgullo de la colonia Obrero Campesina fue mayor y sometió a su contrincante, pero los acompañantes de éste le echaron montón al “Lencho”, sin embargo, la respuesta de sus amigos no se hizo esperar y se abalanzaron, terminando por corretear a los de la “Antonio María de Rivera”, aunque dejaron a su compañero a merced y recibió, sin lugar a dudas, la “zapatiza” de su vida, porque todos lo agredieron.

Esa fue otro pasaje de una generación que no se conocía por su agresividad, pero siempre respondían los ataques, quizá no eran machos, pero sí eran muchos.

En el deporte también sobresalieron muchos de ellos, como el mismo Lorenzo Martínez, Ignacio Solano, Javier Lozada, Joaquín Viveros, el “Cucaracho”, el “Pelón” Rodolfo, Salvador Villegas, Noé “Spencer” Cortés, Antonio Gómez Merlo, Guillermo Giraldi, Salvador Topete, Gustavo “Halcón” Ruiz, Martín Zavaleta, el “Vampiro” Ramón Hugo Peredo, Salvador “Chava” Hernández, Nahún Iza, Tiberio Avelino Acosta, Ricardo Pichardo, José Luis Vargas, el “Camarón” Ariel, Gloria Vivanco, Sara Graciela Cuevas, Nohemí Melgarejo, Martín Toral, El “Borrego” Miguel Ángel González, Martina Oliveros, Cecilia de Los Santos, Maricruz Portilla Rebolledo, Beatriz Jiménez, Miguel Alarcón, Ezequiel Galindo, Laura Vázquez Zamudio, Marco Polo Nava, Guadalupe Salgado, Miriam Lucero Salgado, Olga Lilia Capistrán y Carlos Benigno Hernández, entre otros.

Y qué decir de sus inolvidables maestros que tuvieron, desde el director Luis Macias Lobato hasta José Trinidad Chillopa, el “Tiburón” Ignacio Flores, Aster Themis, Evaristo Díaz León, el famoso “Varo”, Gregorio Castañeda, Rico, Lira y Austreberto, por mencionar algunos.

Hoy que el tiempo voló, que en un abrir y cerrar de ojos transcurrieron casi 46 años, se han vuelto a reunir. Esos chiquillos que aún conservan esa chispa que los caracterizaba continúan frecuentándose para revivir unos instantes que está visto no volverán, pero que quedaron guardados en sus mentes y en sus corazones como los mejores momentos que han tenido en sus vidas.

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José María Pérez del Valle, Martin Zavaleta, José Luis Vargas y Ramón Hugo Peredo, entre otros, del Grupo “C”.