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El profe «Gama» Hernández, temido y respetado en las canchas de Xalapa

Gamaliel Hernández Torres fue profesor de educación física, futbolista, entrenador y hasta árbitro

Por Julián Rodríguez

 “Que llega mi jugadora y me dice que una defensa la estaba molestando y que le ordeno: ‘pícale el c… agárrale la p…. y dale un putazo, verás que te suelta…’ la chica siguió mis indicaciones y asunto arreglado, terminó por anotar los dos goles y así ganamos a Chihuahua”.

Esa era una de las anécdotas preferidas que el profesor Gamaliel Hernández Torres contaba y que le llenaba de orgullo.
Y es que, en sus últimos años, esa fue su vida. Narraba sus historias, especialmente cuando logró varios títulos con equipos juveniles xalapeños que intervinieron en la Copa Coca-Cola.

Para quienes lo escuchamos era un privilegio que las repitiera. Su estado, al fin de sus días le hacía que los contara una y otra vez en las muchas de las reuniones con amigos y familiares. Ya todos se la sabían, pero nadie le decía algo. La emoción se convertía en deleite cuando escuchábamos sus historias. Oírlo repetidamente era realmente un privilegio.

En cierta ocasión, el también profesor de Educación Física nos llevó a su infancia, allá en Tlacolulan, donde era feliz con sus hermanos, cuando en esos tiempos desobedecían a su papá, el “General”, quien les ordenaba que practicaran beisbol, cuando fue el futbol el deporte que los llenaba.

Fue una persona dedicada, obediente, sincera, honesta y trabajadora. Le hizo a todos los oficios, desde la panadería, carpintería, albañilería y hasta de boxeador y árbitro de futbol.

Su constancia, dedicación y entrega le hizo ganarse el título de licenciado en Educación Física, allá en el puerto de Veracruz, donde junto a su hermano Melchor terminaron una carrera profesional para beneplácito de sus padres Laurentina Torres y don Gamaliel Hernández.
Su estadía en el futbol era muy comentada, ya que sus rudezas eran de todos conocidas. “Pasa el balón pero el jugador no”, era el lema que le ganó varios enemigos, sin embargo, siempre salía ganador, ya fuera en una bronca de tú a tú o colectiva. Nunca le tuvo miedo a nadie, de hecho, era temido por muchos y respetado por otros.

A veces llegaba a su casa enorgulleciendo de sus entradas que a veces terminaban en fracturas de sus rivales, algo que, de hecho, su familia le recriminaba pero era su pensar.
El hombre jugó para varias escuadras pero regularmente defendió la playera del Flamengo, el equipo de sus amores, el que lo llevó a la cúspide, aunque fue el Colfraima el que lo tuvo por vez primera y el que le enseñó ese estilo intimidatorio para jugar.

Los títulos en el futbol llanero fueron muchos pero los que más le llenaban de alegría fueron los que conquistó con representativos xalapeños en los torneos que organizaba la embotelladora y que daba como premios viajes a distintas partes del mundo, incluso eso lo llevó a conocer países como Alemania, Francia y España, así como Estados Unidos, principalmente Orlando, Florida.

Y cómo olvidar cuando en las reuniones familiares se aferraba al micrófono y ya entonado tras unos vasos de cañita cantaba sus rolas, siendo su favorita la de “Nieves de Enero”, de Chalino Sánchez.
“Se ha llegado el momento Chatita del alma de hablar sin mentiras… esperé mucho tiempo pa’ ver si cambiabas y tú ni me miras… al principio dijiste que ya que vinieran las Nieves de Enero, ir a ver a la virgen y luego casarnos sería lo primero”… ¡Ay caray! Sólo de recordarlo y ver esas imágenes en nuestras mentes se le enchina a uno la piel y se siente incluso un nudo en la garganta porque hoy a cuatro años de su partida se ha vuelto algo inolvidable e imborrable”.

“Este disco compacto es sólo para briagos”, decía cuando se ponía a escuchar su música preferida.

Sus últimos días no fueron muy alegres

pero nunca se quejó del dolor provocado por esa enfermedad que poco a poco fue minando su vida.

Lamentablemente la muerte se lo llevó un 4 de abril de 2018, hace cuatro años en el que su vacío se siente y su presencia a muchos les hace falta. Porque francamente su ausencia en su hogar es notoria pero dejó en claro que nada ni nadie podrá suplantarlo en el sitio que construyó con sus manos y al que se brindó con fidelidad, entrega y sobre todo amor.

Hoy del “Gamita” y del también llamado “Canrris” quedan su esencia, sus recuerdos y sus historias, sus magníficos relatos del hombre, del futbolista, del profesional, del entrenador pero especialmente del padre y del abuelo que fue, sinceramente un privilegio que pocos pueden tener y que lo llevaron a tener ese sello de inmortal, de leyenda.

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En sus últimos días le brindaron un merecido homenaje a su trayectoria.