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Mena con la misión de brillar para darle el título a León

Mena, predicador en su natal Ecuador, reconoce que si el León no gana el título, nada habrá valido la pena

Elogios sobre Ángel Mena hay muchos en este semestre.

El jugador del torneo.
El más goleador.
El que más asiste.
El más rápido.
El alma del León.

Pero todo eso queda de lado, “si no ganamos el título”, reconoce el ecuatoriano, el predicador. Porque sí, además de ser el líder de los Esmeralda, también es misionero, se dedica a llevar la paz a los creyentes en su religión, que va más allá del futbol. Pero es momento de hablar del balón.

Hasta ahora, afirma Mena —nacido hace 31 años en Guayaquil—, “todo ha sido muy bueno, excelente, pero queda lo más importante, el título. Hay que cerrar con broche de oro, si no…, no será lo mismo, todo lo que se hizo, la verdad, no valdrá mucho la pena”.

Mena es alguien que ha renacido varias veces, ha sido una constante en su carrera. El volante nació futbolísticamente en el Emelec, uno de los grandes de Ecuador, pero después de unos años en los que no pasaba nada con él, fue enviado al Deportivo Cuenca. “Todos pensábamos que Ángel acabaría como tantos jóvenes que salen del Emelec, metido en indisciplinas”, recuerda Esteban Carranco, periodista de aquel país sudamericano.

“Pero en cuanto llegó al Cuenca demostró algo diferente, siempre fue muy serio, metido en su profesión y en su religión”. Sí, las creencias espirituales del futbolista son las que lo han sacado a flote en momentos difíciles, como fue irse al Cuenca, ser despreciado por los Gallos Blancos del Querétaro y salir del Cruz Azul.

“Su pastor , Héctor Zapata, tiene mucha influencia en él, tanta, que lo volvió predicador y Ángel es muy entregado a eso, porque la espiritualidad le  dio gran estabilidad”. Desde  2015, Mena es orador de Ministerios Sembradores de Vida, una congregación famosa del centro de Guayaquil.

Pero en lo que a futbol se refiere, es momento de creer sólo en el balón, “y si lo hacemos bien, todo lo sufrido, valdrá la pena, y si no…”, sentenció el Predicador Mena