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La infancia del ‘Culpable’ de Miguel Layún

Gustaba de divertirse sanamente, de hacer ejercicio y disfrutar los viajes; faltaba a clases por ir a jugar futbol. Hoy cumple el sueño de...

Desde niño se puso los botines de futbol, la camiseta y el short para perseguir sus sueños simbolizados en un balón. Ese chavito delgado, güerito y alegre de nombre Miguel Arturo Layún Prado encontró en las canchas su máxima pasión, la que lo ha convertido en un hombre que se mantiene en la conquista de sus sueños más anhelados como el triunfar en Europa.
Sus padres lo recuerdan bromista, “muy vivo” y estudioso. Lo describen como un hermano solidario y cariñoso, así como un hijo que les ha dado muchas alegrías. Es el orgullo familiar pues es el ‘Culpable’ de su propio éxito como futbolista profesional, luego de ser denostado en las redes sociales.
“Era muy buen estudiante, bueno para los idiomas, para las materias, pero apasionado por su futbol. Él podía cambiar casi cualquier materia por irse a jugar futbol. De hecho hasta se escapaba de las clases para irse a jugar”, rememora entre risas nostálgicas el padre del ex capitán del América, del mismo nombre.
Prefería patear los esféricos a irse de fiesta. Su papá lo describe como un chavo que siempre gustó de ir a divertirse sanamente, de hacer ejercicio y disfrutar los viajes a Disneylandia y a los lugares con nieve.
“Fue un niño inquieto, súper despierto, con la idea muy fija de buscar divertirse. La verdad es que nunca tomó, de copa, nada de eso. Sí de salir y divertirse. Faltaba a clases para escaparse a jugar futbol, creo que eso ya era suficiente para mí”, admite don Miguel con brillo en los ojos.

Como todo buen padre, el señor Layún acompañaba a su hijo a los partidos de futbol que tenía en la ciudad de Córdoba, Veracruz.
Estaba atento al desarrollo futbolístico de su descendiente en el equipo “Casino Español  Córdoba”, que usaba playera roja con amarillo. Ahí empezó a demostrar sus cualidades futbolísiticas y se ganó el reconocimiento del club, en la categoría “Mini Infantil”.

Presumía los trofeos obtenidos con una sonrisa de niño y demostraba el amor a su familia. El infante Miguel Layún, desde entonces, tenía a figuras internacionales y nacionales a las cuales tratar de emular.
“Admiraba a Ronaldinho, [Luis] Figo, [Zinedine] Zidane, todos esos fueron sus estrellas. Con jugadores mexicanos como Cuauhtémoc [Blanco] y ese grupo de futbolistas siempre fueron sus referentes”, enumera el padre del lateral de la Selección Mexicana.
Los consejos paternales, más que centrarse en el aspecto futbolístico, se centraron en lo personal. Don Miguel siempre buscó que su vástago fuera una persona de valores, humilde y con hambre de triunfo.
“Siempre le mencionaba que no aflojara, que la humildad no se compra, que el civismo se aprende en casa y en la escuela. El sentido común es lo básico para que él siguiera teniendo el respeto hacia sí mismo y al prójimo”, dice convencido de que su niño siguió sus palabras.
El anecdotario de mamá. Travesuras, sí, aunque no eran demasiadas. El pequeño Miguel tuvo dos episodios que quedaron grabados en la memoria de sus familiares, “aunque nada que pasara a mayores, ni que nos preocupara mucho o la pasáramos mal”.
“Lo peor que hizo fue una vez que el papá se bajó por algo del coche, entonces se quedó solo arriba y arrancó porque movió la palanca de velocidades. Gracias a que alguien que pasó detuvo el coche con otro, logró detenerse”, recuerda Maribel Prado, su mamá.
El castigo llegó para el hoy jugador del Watford de la Segunda División inglesa: “En ese momento íbamos a ir al parque y ya no fuimos. Estaba chiquito y fue un castigo mayor para él”, revela la progenitora.
La segunda travesura fue más subida de tono. “Una vez nos pidieron permiso para ir con unos amigos, su hermana y él. Nos dijeron que iban a dormir. De repente, suena el teléfono a las tres de la mañana y había chocado. Mi lenguaje florido jarocho salió, porque no tenían permiso. Estaba enojada porque me habían engañado”, menciona Maribel.
La señora Prado ahora ve a su chico partir a Europa por segunda ocasión. Se siente orgullosa por ver a Miguel ir en busca de sus sueños y le gusta atesorarlo en el corazón tal y como es: “inquieto, bromista, de molestar en buen plan, de picarte la costilla, de tocarte la orejas sin que te des cuenta. Siempre ha sido muy despierto y un ejemplo”.