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Tarde de trapío con el hierro de Barralva y puerta grande de «El Conde»

Alfredo Ríos cortó dos orejas a los tres toros que lidió, ya que pidió uno de regalo en su despedida

Una gran corrida enviada por el hierro de Barralva a la Plaza México tuvo lugar hoy en la octava tarde de la Temporada Grande, en la que se vieron toros con trapío, bravura, casta, movilidad, transmisión, fuerza y nobleza, que estuvieron muy por encima de los tres toreros.

Alfredo Ríos, «El Conde«, cortó dos orejas a los tres toros que lidió, ya que pidió uno de regalo en su despedida. Uriel Moreno, «El Zapata«, y José Luis Angelino obtuvieron una oreja cada uno. Unas ocho mil personas asistieron al evento.

La ganadería de Querétaro ha recuperado el lugar prominente en el escalafón de divisas toreadas en la Plaza México. Tras el fiasco de la primera de la temporada y el espectacular encierro de la octava, llama la atención la diferencia de casta de la tarde con Enrique Ponce y los bravos y móviles de este 23 de diciembre.

Desde la perfecta presentación, con trapío y generosas defensas para la media del campo bravo mexicano hasta los diversos pelajes, sobresalieron el quinto colorado y el sexto burraco. Los astados que trotaron esta tarde por el coso cumplieron con lo que debe ser exigir a un toro que es enviado a una plaza de primera.

El comportamiento de los animales fue en todo momento un derroche de bravura. Además la nobleza predominó en la embestida de los toros. Solo la falta de sitio de los tres toreros provocó que esa bravura se «asilvestrara» y por la falta de mando y recorrido con las muletas, los astados se hicieran peligrosos al ganar terreno a los de luces.

Así fue en las siete faenas. También destacó el juego en el tercio de varas, llevándose dos de ellos un par de puyas, cosa excepcional en esta plaza, y casi todos dos en una por la fiereza con la que fueron castigados. Esto no restó movilidad ni empuje a los de Barralva.

El público celebró constantemente la presentación y comportamiento de los toros que se marcharon casi todos entre aplausos en el arrastre.

«El Conde» se despedía. Por ello decidió pedir un toro de regalo sin que los espectadores lo hubiesen solicitado.

En sus dos anteriores, dejó con el primero pases sueltos a la carrera y gestos al público que le reprobaba la faena. Aún así logró una oreja con una estocada caída. Con el cuarto abrevió por la dificultad y bravura del astado.

Luego vino el de regalo, con el que tuvo la virtud de intentar torear al natural la mayor parte de la faena, con algún pase semiligado, pero de cierto temple.

Un pinchazo y una buena estocada le valieron para la segunda oreja con el público ya lleno de espíritu navideño, al que se unió la banda de la plaza tocando durante la faena de despedida de «El Conde».

De las faenas de Angelino y «El Zapata» cabe destacar la estocada al sexto de Jose Luis Angelino y el combate en banderillas de «El Zapata» con el quinto, que por su velocidad embistiendo lució un par de banderillas al violín por dentro, lucimiento que no fue devuelto por el matador, ni ninguno de sus compañeros de terna.

Los matadores desperdiciaron durante toda la tarde la bravura y la casta de los toros, a base de pases que aprovechaban la embestida y en carreras propias de una tarde de recortadores, muy lejos de la excelencia que llevaban los de Barralva en sus pitones.

Será difícil que se dé otra corrida con tanta seriedad en los astados. Es una pena que no se hayan encontrado con rivales a su altura en esta fría tarde de domingo en la Ciudad de México.