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Se cumplen 35 años de la muerte de El Santo

A pesar de su partida, el legado del 'Enmascarado de Plata' sigue presente en la lucha libre mexicana

Luchador. Héroe. Actor. Era Santo. Hace 35 años, se fue al que se considera como el máximo exponente de la Lucha Libre mexicana, El Santo, el ‘Enmascarado de Plata’.

Gran gladiador, actor de películas de ficción y leyenda viva y viviente.

El 5 de febrero de 1984, tras una actuación en el Teatro Blanquita, donde realizaba actos de escapismo, El Santo murió de un infarto de miocardio. Fue sepultado en Mausoleos del Ángel ante cerca de 10 mil personas que se acercaron a decirle adiós.
¿Quién era El Santo?

Rodolfo Guzmán Huerta se llamaba. Nació el 23 de septiembre de 1917 en Tulancingo, Hidalgo. Inició su carrera como luchador en 1934 en el barrio de Tepito, en la Ciudad de México, donde adoptó nombres como “El Hombre Rojo”, “Enmascarado” “Murciélago II” y “Demonio Rojo”.

Jesús Lomelí, su entrenador, le recomendó que peleara bajo el seudónimo de El Santo, cuando debutó en la Arena México y formó parte del bando de los rudos, pero se cambió a los técnicos, pues su nuevo nombre así lo exigía.

Su fama se inmortalizó en una tira cómica que se imprimía cada semana y llegó a ser tan popular que vendía cerca del millón de copias.
En 1958, José Rodríguez Ruelas produce “Santo contra Cerebro del mal”, primera cinta del conocido luchador, que fue filmada en Cuba con poco presupuesto, pero fue todo un éxito en las taquillas.

Tras 52 filmes, El Santo dejó de filmar, pues los productores estaban más interesados en otros proyectos; además, la edad del luchador era un factor importante.
En el cuadrilátero, El Santo jamás perdió su máscara en combate. En 1982 decidió poner fin a su carrera.

Para su despedida, tuvo tres grandes peleas, la primera en el Palacio de los Deportes, la segunda en la Arena México y la tercera el 12 de septiembre en el Toreo de Cuatro Caminos, en una función donde estuvieron “Gori” Guerrero, el Huracán Ramírez y el Solitario frente al Texano, Signo, Negro Navarro y el Perro Aguayo.

Su legado lo dejó a cargo de El Hijo del Santo, su vástago, quien ha sabido conservar la leyenda y crear la suya propia.