Al Calor Deportivo

Reinventando la vida

CIUDAD DE MÉXICO, agosto 11 (EL UNIVERSAL).- La palabra reinventarse no existe en el diccionario de la Real Academia Española, pero Juan Ignacio Reyes la ha convertido en su modo de vida.
Lo hizo cuando a los cinco años le amputaron ambos brazos y la pierna izquierda debido a la enfermedad llamada púrpura fulminante y tuvo que aprender de nuevo a escribir, a agarrar una cuchara, a guardar sus juguetes, a sostener un teléfono.

También en el momento en que la natación dejó de ser una forma de rehabilitación y se transformó en disciplina, desde sus 14 años, para así convertirse en multimedallista.

Hoy, a sus 34 años, experimenta otra reinvención: la del paso del chico que se ha mantenido 12 años como campeón paralímpico en los 50 metros dorso al del atleta maduro que desea ganar su quinto oro consecutivo en una misma prueba en sus quintos Juegos Paralímpicos antes del retiro.

Un logro que no ha conseguido ningún atleta en la justa veraniega y que podría alcanzar un hombre al que la discapacidad sufrida en su infancia no lo detuvo jamás.

-El proceso de renacer.
“¿A poco ya no vamos a ir a balnearios, al parque?”, se preguntó la señora Socorro González cuando su hijo Juan Ignacio perdió tres extremidades a causa del púrpura fulminante, una bacteria que infecta la sangre y se manifiesta como gangrena.

Entonces lo ingresó a clases de natación, en la Clínica 23 del IMSS, para que recuperara su movilidad, supiera mantenerse en el agua y se integrara a la vida social.

“Mi madre tomó la natación como un medio de rehabilitación. Nos decía: ‘Sí queremos ir a la alberca, ¿ya no vamos a ir porque Juan se va a sentir mal de ver a los niños nadando, jugando?’. Mi hermana menor, Karla, tenía meses de nacida y Gina Paola, la mayor, siete años, y mi mamá pensaba que qué culpa tenía la familia de no hacer las cosas que le gustaban sólo porque yo no podía”, relata el medallista olímpico sentado en su silla de ruedas en su hogar, mientras acaricia a “Canela”, su perra inseparable.
Así aprendió no sólo a nadar, sino hasta a patear un balón, gracias a su prótesis. “Me gustan todos los deportes. Practiqué futbol, pero sólo recreativo, en el parque, con los primos”, recuerda, escoltado por una vitrina repleta de preseas.

Juan aprendió de nuevo a hacerlo todo con ayuda de su madre, su padre Juan Reyes y sus hermanas. “Mi familia aprendió a sobrellevarlo, a reinventarse y a renacer. Yo, a hacer las cosas sin brazos. Todo fue con la práctica: desde agarrar un lápiz con el hombro o con la boca, hasta tomar una cuchara para comer. En la casa ayudo a mantener mi lugar de estudio limpio, recoger mis libros, mi computadora”, comparte el licenciado en Mercadotecnia, profesión a la que piensa dedicarse cuando se retire de la natación.
Juan afirma que “tengo recuerdos muy vagos de cuando me pasó lo de la discapacidad. No extraño mis brazos, llevo 30 años sin ellos y creo que es un proceso de renacer, de reaprender a hacer las cosas”.
Su hermana Karla, desde niña, sufre artritis reumatoide juvenil y usa silla de ruedas. A pesar de las enfermedades de sus hijos, la señora Socorro aleja la autocompasión y saca la valentía.

“No podemos quitarles la oportunidad de vivir. El aprendizaje es mutuo, ellos nos enseñan y nosotros a ellos. Pensamos sólo en el día de hoy, no todos tienen la oportunidad de vivir y ellos quieren hacerlo”, afirma.
“Lo que sí les digo siempre es que lo que empiezan lo tienen que terminar”, abunda, y con esa filosofía de vida, Juan Ignacio logró convertirse en campeón mundial y paralímpico, entre otros logros. Y Karla, en diseñadora gráfica.
-Por el pentacampeonato.
La próxima meta del tritón mexicano es buscar en Río 2016 su quinta medalla de oro en los 50 metros dorso, en sus quintos Juegos Paralímpicos en fila.

“Es algo por lo que he luchado. Me han dicho que soy el único que podría lograrlo, pero yo no me siento el mejor porque sé que hay muchos que están superando sus metas también. Disfruto mucho esta oportunidad de ganar una quinta presea consecutiva en una misma prueba, aunque son muchos años siendo el campeón y eso aumenta la presión”, se sincera Juan Ignacio.

En la historia del olimpismo, pocos pueden presumir cinco oros en cinco justas seguidas. Un caso es el del remero británico Steve Redgrave, quien subió a lo alto del podio en Los Ángeles 1984, Seúl 1988, Barcelona 1992, Atlanta 1996 y Sídney 2000, pero en dos pruebas.
“Me llena de orgullo ir a unos quintos Juegos Paralímpicos, para mí lo más importante es disfrutarlos como si fueran los primeros. Esa emoción y mi experiencia para manejar los nervios me ayudan a sacar resultados”.

Su cuerpo, revela Juan, “tiene aún fuerza y velocidad. No sé si me alcance para los juegos de 2020; estando en Río sabré si voy a los siguientes”.

Sabe que a sus 34 primaveras la competencia es difícil. Por ello, su entrenamiento consiste en nadar diario 10 kilómetros, además del trabajo de pesas. Todo para dar batalla a la nueva generación de tritones, como el ruso Roman Zhdanov, de 17 años, quien en el Mundial de Natación en Glasgow, Escocia, se apoderó del oro e impuso nuevo récord de 43.52 segundos en los 50 metros dorso.
“Tengo rivales más jóvenes con mucha hambre de triunfo y eso es complicado de vencer. Es un ciclo que tiene que pasar. Cuando yo tenía 16, quité del podio a competidores que estuvieron mucho tiempo arriba. Ahora es al revés”, reflexiona.

“Me da nostalgia porque me acuerdo de mis primeros juegos y triunfos. Pero ya todo lo que hice, lo que gané, lo que no gané está en mi historia personal y estoy muy satisfecho”.

Así, Juan Ignacio le ha dado algo más que medallas a México: “Muchos me dicen que soy un ejemplo, que gracias a mí empezaron a hacer deporte. He hecho las cosas porque es un objetivo personal, por la gente que me apoya y porque mi motivación es cada día ser diferente, sonreír y verle la cara buena al mundo”.

A veces, confiesa, se siente cansado, pero su tesón es mayor: “Digo: ‘Debo entrenar porque sé que el beneficio será mayor, pues daré una alegría a quienes me rodean’”. Y anhela que la próxima felicidad que brinde sea ese quinto oro paralímpico en fila.

“Mi madre es mi pilar”.
Para Juan Ignacio, su madre Socorro es el pilar de su vida. “Ella está conmigo en todas las competencias, entrenamientos, en cualquier momento”, expresa. Sólo el año pasado tuvo un problema de salud y un tío lo acompañó a una justa en Pasadena.
“Me da mucha emoción que sean sus quintos Juegos Paralímpicos. Sé lo disciplinado que es y tendrá nuestro apoyo para lograr el oro”, afirma su progenitora que, nostálgica, recuerda anécdotas.
Relata la vez que en 1998, en Nueva Zelanda, “Nacho” iba por tres medallas y no había logrado ninguna. Su última competencia, los 50 m dorso se adelantó, pero no se enteraron. “Lo anunciaron en la alberca, pero no sabíamos bien el idioma”.
Así que llegaron tarde. “Yo me metí con Juan, lo vestí y al verlo entrar sus rivales pusieron cara de ‘ay, ya llegó el mexicanito’. Juan ganó”, rememora.
“En el pasillo me encontré al competidor ruso, llorando, tras su cuarto lugar. Me miro y pensé: ‘Ni modo, ganó mi hijo’. Es muy satisfactorio ver cuando los hijos van superando metas, ésa es la misión de uno como padre”.

*PERFIL

Nombre: Juan Ignacio Reyes González
Edad: 34 años
Prueba: 50 metros dorso s4
Palmarés: Tetracampeón paralímpico en los 50 metros dorso (Sídney 2000, Atenas 2004, Beijing 2008, Londres 2012); campeón en 150 metros IM en Sídney 2000; pentacampeón mundial y record mundialista. Medallista parapanamericano. Premio Nacional de Deportes en 2001, entre los más importantes.
Libro: Actualmente lee “El día de mi vida”, de Antonio Rosique.
Música: Rock en español e inglés.
Estudios: Es licenciado en Mercadotecnia. Le gustaría compartir sus conocimientos de natación con las nuevas generaciones.