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“¡Gracias, Lalo!”, le dice La México

La tarde recordaba el 1 de marzo de 1953 en que Silverio Pérez se cortó la coleta. Ayer otro ídolo decía adiós

CIUDAD DE MÉXICO, febrero 5 (EL UNIVERSAL).- En la tarde de su despedida y alternando con Enrique Ponce, Eulalio López “Zotoluco” tuvo poder de convocatoria. Los tendidos de la Monumental Plaza México lucieron llenos, con un leve vacío en las últimas filas de sombra. La gente comenzó a ocupar sus asientos al filo de las cuatro y media de la tarde, hora a la que estaba anunciado el festejo.

La tarde recordaba el 1 de marzo de 1953 en que Silverio Pérez se cortó la coleta. Ayer otro ídolo
decía adiós.

Tras el paseíllo, las porras del coso entregaron reconocimientos al matador saliente. La gente comenzó a protestar cuando esta entrega llegó a los quince minutos. Instantes después salió al ruedo “Arete”, el primero de la tarde.

La afición se entregó desde un principio a los protagonistas.
Enrique Ponce no se dejó opacar por la figura que se despedía y arrebató de entusiasmo a los asistentes con la elegancia de su toreo. Varias veces el público se levantó de los asientos para corresponder a los pases de capote y muleta del sevillano. Antes de que doblara el primero de su lote, “Venadito”, las gradas ya eran blancas de los pañuelos que se agitaban en petición unánime para el premio. El juez de plaza le concedió las dos orejas.

López cortó una oreja en su segundo “Voy y vengo”. La vuelta al ruedo concluyó con una “diana”.

Cinco minutos antes de las siete de la noche, saltó al ruedo “Mi historia”, último toro que el “Zotoluco” torearía de luces en la Plaza México. A media faena de muleta, ante la petición del público que pedía a gritos música, la orquesta de la Monumental inició los acordes de Las golondrinas. A la par, comenzaron a aparecer en los tendidos mil y una luces blancas de celular.
Metáfora de lágrimas que derrama una afición por su ídolo. Miles de gargantas comenzaron a lanzar gritos de “¡Torero! ¡Torero!”, mientras el “Zotoluco” daba derechazos y naturales a su contrincante.

Cuando el diestro estaba a punto del primer intento de matar al burel, rebotaron del tendido los “¡Gracias Lalo!”. Pinchó, le tocaron un aviso. Pero el “Zotoluco” es ídolo y al ídolo todo se le perdona. Una ovación imponente le fue clamada. Con una vuelta al ruedo el espada se despidió y agradeció a su afición por el cariño que le demostró. Fue la cúspide de la emoción en una tarde histórica.