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Tomás goza su revancha privada

Cruz Azul al fin gana de visitante (2-0), mientras que los Zorros no caminan

El Universal

Tomás Boy levanta los brazos a la altura de sus hombros. Da vueltas. Gira y gira. Como un niño jugando a ser helicóptero. Sonríe orgulloso. Dirige una mirada a la tribuna. Está feliz. No sólo por la victoria de Cruz Azul, por 2-0 en la cancha del Estadio Jalisco, sino también por una especia de revancha personal. Una victoria que le sabe, ante su ex equipo.

La Máquina, esta noche vestida de naranja, ha conseguido una victoria fundamental para seguir en la pelea por la parte alta de la clasificación. El equipo del “Jefe” suma y poco a poco se acerca a la clasificación. Un arranque contundente permite al cuadro capitalino conseguir un resultado importante.

Corre apenas el minuto ocho, cuando Jorge Benítez persigue la pelota por el costado izquierdo. Hasta línea de fondo. De hecho, la redonda supera esa frontera. Sale del campo, pero el cuerpo arbitral no se da cuenta. Difícil percibirla a primera vista. Apenas en la repetición se logra observar.

De cualquier forma, Benítez llega con el último esfuerzo y toca retrasado. Christian Giménez conecta de gran manera. Manda el esférico a las redes. Estupendo remate del “Chaco” y Cruz Azul se pone en ventaja muy pronto en el encuentro.

El cuadro visitante mata anímicamente a los Rojinegros poco después. Joffre Guerrón, por el lado derecho, logra enviar un centro raso que supera a la defensa para que Jorge Benítez sólo llegue a empujar el 2-0 para los dirigidos por Tomás Boy, al minuto 22. La parte azul del Jalisco, casi lleno, es una fiesta.

La Máquina hace lo necesario para llevarse la victoria. Jesús Corona tiene una gran actuación. Saca todo lo que le llega. Las de mayor peligro, al ’35, cuando rechaza un disparo de Alfonso González y al ’65, cuando vuela espectacular para sacar del ángulo un cabezazo de Gonzalo Bergessio. Baja la cortina y roba al Atlas cualquier posibilidad de reacción.

El 2-0 se mantiene hasta el silbatazo final. Tomás Boy abre los brazos a la altura de sus hombros. Gira y gira. Da vueltas sobre su propio eje. Como si fuera una hélice de helicóptero. Está feliz. Ha ganado en esa cancha en la que alguna vez firmó su sentencia tras perder, en la banca del Atlas, un Clásico Tapatío. El “Jefe” saborea su revancha en el Jalisco.