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Sin tiempo para el luto

No hay tiempo para lágrimas, ni luto. La caída de un soldado que resguardaba los Juegos Olímpicos a manos de unos traficantes sólo se...

CIUDAD DE MÉXICO, agosto 14 (EL UNIVERSAL).- No hay tiempo para lágrimas, ni luto. La caída de un soldado que resguardaba los Juegos Olímpicos a manos de unos traficantes sólo se lleva en los símbolos. Los encargados de la seguridad en Río no pueden darse el lujo de titubear ante el lamento.

Helio Vieira, de 35 años, fue uno de los elegidos para hacerse cargo de proteger a los asistentes de la máxima justa deportiva de la humanidad. Entre sus prioridades profesionales estaba la de trabajar para poder comprarse un auto. En el rubro profesional, formaba parte de un grupo policiaco. Pero perdió la vida.

El miembro de Fuerza Nacional de Seguridad sufrió un ataque el miércoles, mientras hacían rondas cerca de la favela Vila do Joao. El GPS que utilizaba para dar sus rondines le jugó una mala pasada y lo hizo ingresar a uno de los sitios más hostiles de Río de Janeiro, y fue atacado.

Estuvo en coma inducido, hasta que, finalmente, perdió la vida un día después. Como homenaje, el presidente interino de Brasil, Michel Temer, declaró luto oficial. “Como manera de darle honra a nuestro elemento”.

Noticia que se extendió de inmediato. Los programas de televisión locales informaron del hecho y el deceso con alarma. Describieron lo sucedido y lamentaron la baja, en una emboscada, del uniformado. Los diarios impresos le dieron seguimiento y hasta llegó a ser la nota de ocho columnas en “Folha de Sao Paulo”.

Los rostros de los compañeros de Vieira son duros, como siempre. No son tan numerosos en los complejos olímpicos. Se pueden ver soldados, policías comunes y hasta voluntarios que ejercen labores de protección. Sin embargo, nada tiene que ver el operativo con lo que se acostumbra en la Ciudad México con ejércitos de granaderos, que suelen cuidar los partidos de futbol.

Con un afán de recordar a su colega fallecido por un balazo en la cabeza, los guardianes brasileños portan en los parches que tienen en sus brazos bandas negras como una consideración al dolor y al hecho que ensombreció a los cuerpos de seguridad de los Juegos Olímpicos.

No quieren hablar de lo sucedido. Evitan el tema y se dedican a ejercer su trabajo. Son ayudados por arcos que detectan metales, lo que impide que ingresen armas, explosivos o metales que pudieran utilizarse para realizar un acto de terrorismo.

Los asistentes a los recintos deportivos se mantienen serenos, alegres y joviales por ser parte del espectáculo. Cada uno tiene su show particular. Utilizan banderas, otros portan pancartas y unos más tienen la bandera de sus respectivos países pintada en la cara.

La fiesta de Río 2016 parece tranquila. Los soldados y la policía son minuciosos en los cuidados. Revisan cada mochila y bolsa que portan los fans. Los Juegos Olímpicos siguen sin sobresaltos. Pero la banda negra en los uniformes de los guardias recuerda que les mataron a un compañero y lo lamentan profundamente, aunque no tengan tiempo para estar de luto.